viernes

AL FINAL DE SU ALIENTO


Mi cabeza era la única ocupación de la suya. Yo para ella era lo único interesante que ocurría al final de su aliento. Fui un cobarde aquella noche. Ahora solo me queda el relativo consuelo de recordarla e imaginar que llegado el momento de la ruptura, dejaría en la puerta de su casa una nota de despedida que sería amarga, incluso cruel, si no fuese porque con las lágrimas se habría vuelto ilegible.